Retrato de una mujer en llamas (2019) : «Cuando se ama desde la igualdad, surge el erotismo»

La directora y guionista francesa Céline Sciamma (1980) escribió su primer guión original para Nenúfares como parte de su evaluación final en La Fémis, Escuela nacional de cine. Xavier Beauvois, quien era presidente del panel de evaluación, y podría ser considerado como su mentor, la convenció para que hiciera la película. Un año después de terminar la escuela, comenzó a filmar la película en su ciudad natal. 

Su primera película, Lirios de agua (2007), donde nos habla del despertar sexual de dos amigas, fue seleccionada para su proyección en la sección Un certain regard en el Festival de Cine de Cannes 2007. Sciamma fue nominada para el Premio César 2008 al mejor debut, y las actrices Adèle Haenel y Louise Blachère fueron nominadas para el Premio César 2008 a la actriz más prometedora. A dicha película le siguieron Tomboy (2011) y Banda de chicas (2014), que conforman una trilogía, con un denominador común, la cuestión de género y la identidad sexual entre las niñas durante este período formativo que es la preadolescencia. 

Sin embargo, en su último trabajo Céline Sciamma,  Retrato de una mujer en llamas  (Retrato de la jeune fille en feu), cambia de registro y narra la historia de amor de dos mujeres del siglo XVIII. El título tiene doble significado, referido a un retrato real que pinta la protagonista principal, Marianne (Noémie Merlant) y también es deseo que despierta en ella Heloise (Adele Haenel ), mujer a la que está retratando y cuyo vestido de brocado se prende accidentalmente, como si el amor y el deseo que siente por Marianne hubiesen provocado una combustión espontánea

El trabajo de Sciamma es sorprendentemente minimalista. La directora es bastante formalista y , a la vez, singular en la realización de sus películas, especialmente por su falta de diálogo y su puesta en escena muy estilizada y así lo manifiesta en EL retrato de una mujer en llamas. Ambientada en un remoto rincón de Bretaña, cerca de la costa atlántica, la historia, atribuida únicamente a Sciamma, evoca arte y literatura romántica, como en el género del Romanticismo, período que comenzó a florecer un poco después de 1770, el año en que se establece la acción. 

Marianne (Noémie Merlant) es una pintora que debe realizar el retrato para enviar al futuro marido de Héloïse (Adèle Haenel), una joven que acaba de dejar el convento, y que ha rechazado otros retratistas, en rebeldía por su destino como una mujer obligada a casarse con un desconocido. Todo ello ante la desesperación de su madre «La Condesa» (Valeria Golino). Para ello, Marianne se hace pasar por dama de compañía, y paulatinamente la relación se hará más intensa. 

Céline Sciamma, ha declarado que con esta película quiere reivindicar la figura de la mujer pintora de esa época, pues existieron numerosas artistas en la segunda mitad del siglo XVIII, como Elisabeth Vigée Le Brun o Angelica Kauffman, que a pesar de no poder pintar desnudos y figuras masculinas, para guardar “el decoro” de las féminas, todas ellas destacaron como retratistas, aunque la historia las ha relegado al olvido.

La directora nos presenta en Marianne a una mujer fuerte, financieramente independiente porque es la aprendiz de su padre, también pintor con una cierta fama y mayor prestigio. Ella es una retratista experta por derecho propio, que viaja a las casas para pintar sujetos por encargo. La obra que se muestra, excelente en su forma, está pintada por la artista Helene Delmaire, con quien Noémie Merlant trabajó estrechamente para informar las perspectivas y líneas de visión de su personaje cuando pintaba. La pincelada de Delmaire es un poco más libre y suelta que el típico retrato francés de la época, aunque sea más propia del siglo XIX podría interpretarse como un signo de que Marianne vive adelantada a su tiempo.

Sciamma describe con suma sutileza el enamoramiento, describiendo con placentera calma ese turbador estado, el cómo se retira cada velo emocional, a través de una serie de caminatas, conversaciones y miradas de larga duración entre las mujeres en las que la pintura, poco a poco, se convierte prácticamente en otro personaje de la historia, parte de un trío emocional. 

Es una relación de iguales, sin jerarquías, ni imposiciones ni relaciones de fuerza, que incluye a la criada  Sophie (Luana Bajrami), una artista por derecho propio en lo que respecta al bastidor de bordado y que gradualmente se introduce en el círculo de las amantes. Gana su confianza y, a su vez, les presenta a una comunidad acogedora de mujeres sabias que han estado allí todo el tiempo y la directora crea una visión de una utopía matriarcal idealizada y sin clases que es más una ilusión que una narración realista. Pero sigue siendo un sueño hermoso. 

El sonido juega un papel crucial aquí, con solo dos piezas musicales diferentes que se intercalan estratégicamente, para intensificar el ruido natural, los silencios y suspiros de las amantes. Una es una extraña ronda a capella cantada por las mujeres, casi atonal al principio, pero luego resuelta en una obra coral intensamente intensa, compuesta para la película por Jean-Baptiste de Laubier y Arthur Simonini.  En la escena del festival, las mujeres cantan ‘non possunt fugere’ continuamente: en latín significa ‘no pueden escapar’. Se puede escuchar el mismo canto sobre los créditos de cierre, confiriendo una sensación muy onírica 

La otra pieza musical es una explosión de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, que Marianne interpreta una vez a mitad de la película,  para deleite de Heloise en un clavecín. Según Céline Sciamma, la razón por la cual la película no presenta partitura musical es estar obsesionada con el ritmo, hacer que la música surja en otros lugares, en los movimientos de los cuerpos y la cámara. Especialmente porque la película se compone principalmente de tomas secuenciales y, por lo tanto, con una coreografía precisa.

El film se rodó en un castillo que no había sido habitado, ni restaurado en años,  transmitiendo escenas de gran autenticidad, en gran parte gracias al trabajo con la luz de la directora de fotografía Claire Mathon, consiguiendo que surja del interior de los personajes. Los largos paseos por el acantilado y el batir del mar que acompaña los sentimientos de Heloise, son de gran hermosura y los desnudos y escenas de amor, están filmados con gran espontaneidad, una imagen nada habitual en el cine, que termina por cosificar el cuerpo femenino y resulta antinatural.  

El cine francés en particular tiene una gran deuda con Céline Sciamma: la de hacernos descubrir el encanto y el talento de Adele Haenel, su pareja actual en la vida real.

FICHA TÉCNICA

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