El Irlandés es una película épica de casi tres horas y media sobre la violenta historia estadounidense de los años sesenta a los ochenta, filmada ingeniosamente por el director de fotografía Rodrigo Prieto y con la genial edición de la eterna Thelma Schoonmaker, colaboradora habitual de Scorsese.
El guión de Steve Zaillian, autor también de Gangs of New York o La lista de Schindler, permite a Scorsese combinar una acción avasalladora con tomas cómicas de algunos rituales de la Mafia que nos muestran el lado más humano y conmovedor de algunos sicarios. Son precisamente los rasgos de humanidad que nos muestran los monstruos lo que más nos asusta, porque podemos llegar a sentirnos identificados con ellos.
Esta vez, Scorsese aborda al asesino más cruel de todos: la vejez. Encontramos a Frank Sheeran (De Niro), un soldado de la mafia de la vida real, en un hogar de ancianos del área de Filadelfia poco antes de que el cáncer lo venciera en 2003 a los 83 años. En el inicio de la película, la cámara sigue a un Sheeran débil, en silla de ruedas, solo, su familia parece haberle dado la espalda y sabe que se encuentra condenado al olvido. Tal vez por ello se decidió a contar su historia y la de sus amigos y enemigos, todos ellos muertos, de forma violenta o víctimas de terribles estragos físicos ocasionados por los achaques de la vejez.
En El Irlandés, Scorsese vuelca su mirada sobre esos leones criminales, en sus cuerpos envejecidos y en mal estado, en su decadencia, en su muerte física y finalmente en su muerte espiritual pasando a formar parte de un historia olvidada. Y mientras van transcurriendo el metraje, nos embarga una sensación crepuscular, una trágica despedida de una forma de hacer cine que Scorsese cree está llamada a desaparecer.
Cuando Scorsese declaró «He intentado ver algunas de las películas de Marvel y no son para mí, pues me parecen más parques de atracciones que películas tal como las he conocido y amado durante mi vida» y que, al final, no creía que fueran cine, se armó un gran revuelo a tal punto que tuvo que matizar su respuesta en una entrevista concedida al New York Times y en su aclaración nos encontramos con la verdadera esencia de la película El Irlandés:
“Para mí, para los cineastas que llegué a amar y respetar, y para los amigos que empezaron a rodar películas al mismo tiempo que yo, el cine consistía en una revelación. Una revelación estética, emocional y espiritual. Giraba en torno a los personajes: la complejidad de las personas y sus naturalezas contradictorias y a veces paradójicas, su capacidad para herirse y amarse unos a otros y, súbitamente, enfrentarse a ellos mismos. Consistía en confrontar lo inesperado en la pantalla y en la vida que dramatizaba e interpretaba, y expandir la sensación de lo que era posible en esa forma artística. Esa era la clave para nosotros: el cine era una forma artística”
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EL IRLANDÉS, de Martín Scorsese: Una entrañable y violenta carta de despedida