El joven Ahmed, devuelve los hermanos Dardenne a un tema central de sus preocupaciones, expresadas en películas como El Niño (2005) y el Hijo (2002), que es la vulnerabilidad de los jóvenes en conflicto, su fragilidad durante la edad de transición entre niño y adulto y, paradójicamente, también su fuerza y su determinación de sobrevivir.
La suya es una fuerza ingenua derivada de no comprender cuánto tienen que perder, o incluso cuán vulnerables son las figuras adultas que tienen autoridad sobre ellos. Esta es una película poderosa sobre un tema contemporáneo, donde los directores regresan a la confianza de los actores no profesionales y vuelven a su cine reflexivo, sin adornos, solo lo esencial.
Los Dardenne, hasta ahora han centrando su atención en las clases trabajadoras y francófonas de Bélgica, cuentan historias de crisis éticas individuales que se desarrollan en un contexto de pobreza y trastornos sociales. Estas historias no tienen fin, y aunque están vinculadas por tema, entorno y técnica, cada una es diferente: una fábula de la vida contemporánea que se siente específica y eterna.
En su última parábola, ganadora del premio de dirección en el Festival de Cannes del año pasado, Ahmed es un niño de ascendencia belga-árabe de 13 años, interpretado por el actor novel Idir Ben Addi, que vive en una pequeña ciudad belga, cuyo padre ya no está presente en la familia y cuya madre está luchando para sacar adelante a él y a su hermana mayor.
Tal vez, por carecer de una figura paterna e inspirado por un primo que aparentemente se ha convertido en un guerrillero yihadista, Ahmed se ha radicalizado en sus creencias religiosas, adoctrinado por un imán extremista local (Othmane Moumen) y decide llevar a cabo su propia yihad privada.
Si bien las ideas religiosas de misericordia, compasión y gracia a menudo están implícitas en las películas de Dardennes, los problemas inmediatos que enfrentan sus protagonistas tienden a involucrar trabajo, dinero y otras preocupaciones materiales, en lugar de la fe como tal.
Las opciones que enfrentan sus protagonistas son a menudo dicotomías entre el egoísmo y la solidaridad, entre las demandas básicas de supervivencia y la atracción de obligaciones más profundas, pero menos tangibles. Aunque, quizá lo más importante sea que ésta es una de las primeras veces que los Dardennes han intentado sondear una identidad un poco más allá de su órbita habitual de europeos blancos de la clase trabajadora.
La madre de Ahmed, una mujer belga blanca interpretada por Claire Bodson, aparentemente ha tratado de darles a sus hijos acceso a la cultura islámica, a pesar de que ella no es una musulmana practicante. Pero, la nueva y reciente ferviente devoción a las escrituras y a las costumbres coránicas de Ahmed, hace que la convivencia en el seno de la familia sea cada vez más difícil.
Con su dulce rostro y su cuerpo suave, Ahmed apenas se ajusta al estereotipo de terrorista, pero su piedad lo aleja de la mayoría de su familia y lo lleva a la violencia. Desaprueba el vino que bebe su madre y la ropa que usa su hermana, culpando al padre ausente de su debilidad por no imponer las prácticas de “buenos musulmanes” en su familia. La madre impotente ante este giro de las tendencias de su hijo, se queja durante una discusión con el Ahmed:
«Hace solo un mes, estabas jugando con tu PlayStation, y ahora todos los carteles han desaparecido de tus paredes»
La película comienza con la arrogante negativa de Ahmed a estrecharle la mano a su tutora de matemáticas, quien una vez ayudó a Ahmed con su dislexia años atrás, una musulmana menos devota llamada Inès (Myriem Akheddiou), porque las mujeres son impuras y porque su novio es «un judío».
Los hermanos Dardenne no quieren realizar un retrato psicológico sobre las razones que activaron el interruptor en Ahmed y lo impulsan a actuar de éste modo, pero nos lo muestran rezando cinco veces al día, realizando abluciones en la modesta madrasa del imán y en su ordenador portátil, solo mira videos sobre mártires yihadistas.
El imán Youssouf , que parece solo un poco mayor que el propio Ahmed, celebra a los mártires que derramaron sangre y sacrificaron sus propias vidas por la santa jihad. Ahmed incluso tiene un primo en el extranjero que hizo exactamente este tipo de sacrificio y ahora tiene un sitio web dedicado a él.
Podemos especular que Youssouf, de voz suave e intransigente, podría haber entrado en un vacío dejado por el padre ausente de Ahmed, o sobre cómo el niño podría haber encontrado alivio de los tormentos de la adolescencia en estricta observancia religiosa.
El imán alienta a Ahmed a interrumpir los planes de Inès, a la que acusa de apostasía, para crear un club, después de la escuela y enseñar versos árabes y coránicos usando música, porque según Youssouf, esto es sacrílego. Asegura que todo es parte del plan occidental para secularizar y diluir el Islam y Ahmed se inspira en los vídeos, para realizar un asalto violento contra Inès.
Pero atacar a una mujer adulta con un cuchillo de cocina cuando solo eres un niño de 13 años, es más difícil de lo que parece. Cuando el ataque sale mal, Ahmed recurre a Youssouf en busca de ayuda; este último enojado porque este intento de violencia hará que su madrasa sea desmantelada, abandonará a Ahmed a su suerte.
El intento violento, pone a Ahmed bajo custodia juvenil, es tratado amablemente por los guardias y trabajadores sociales en el centro de detención juvenil. El trabajador social (Olivier Bonnaud) asignado para su custodia y vigilancia, los propietarios de la granja donde realiza sus tareas de reinserción, son amables y respetuosos con su religión. El mundo infiel parece tan dedicado a su bienestar como lo es a su destrucción.
Cuando jueces y asistentes sociales discuten sobre la mejor terapia para que Ahmed abra los ojos y contemple el mundo sin fanatismo, sin su irracional odio misógino y antisemita, se terminan convenciendo a sí mismos, a pesar de cualquier evidencia real, de que Ahmed se ha arrepentido, que ha tomado conciencia de las consecuencias de sus actos y quiere pedir perdón a Inés, en persona.
La trama puede depender de las acciones y motivaciones de Ahmed, pero el verdadero drama de la película gira en torno a un conflicto moral y político central, entre el extremismo religioso y un ethos humanista que es más conductista que doctrinal. La forma estrecha, austera e inmadura de Ahmed de mirar el mundo no contrasta con un conjunto rival de creencias, sino con la paciencia de las personas que lo rodean y la benevolencia del estado belga.
Los Dardenne tratan de decirnos cómo los niños como Ahmed se preparan en el camino hacia la violencia, fruto de la manipulación sectaria en una edad de transición de niño a hombre y luego nos muestran que nada, ni la rehabilitación del estado, ni el amor de una madre, ni siquiera la posibilidad de una relación íntima con la hija del granjero, Louise (Victoria Bluck), de quien Ahmed se hace amigo mientras está en un programa de trabajo, hará que cambie de opinión, entonces,
¿qué se supone que debemos hacer al respecto ?
El reconocimiento de la gravedad del control mental que ejercen las sectas y nuevas formas religiosas de carácter destructivo, las fobias inducidas por el grupo, que conservan en el subconsciente, convierten a los jóvenes en auténticas «bombas de relojería» ambulantes. En éstos individuos se presenta con frecuencia una tendencia irresistible a continuar dependiendo de otras personas para que les orienten y les digan lo que tienen que hacer.
En los grupos donde los miembros viven en una comunidad cerrada al mundo, la mayoría de las decisiones son tomadas por los líderes y a los miembros se les pide que no piensen y que sean obedientes. Esta forma de dependencia fomenta la disminución de la autoestima y retarda el deseo y la capacidad de desarrollo individual.
La reinserción y desprogramación de los niños/jóvenes manipulados en el fanatismo y en grupos coercitivos es una tarea difícil, ya que son conocedores de la necesidad de afiliación de todo individuo, que genera el sentimiento de pertenencia, querer ser comprendidos, sentirse competentes en el ámbito social, la necesidad de aceptarse a uno mismo para encontrar un lugar en el mundo y las sectas destructivas ofrecen resolver dichas necesidades, casi siempre con planteamientos engañosos.
Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso!
¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!
Santiago Ramón y Cajal
Me recuerda a películas como Lore (2012) con guión y dirección de Cate Shortland, o incluso a la instrucción fanática del Jojo Rabbit (2019)de Taika Waititi, los niños soldado de Beast of No Nation (2015) de Cary Joji Fukunaga o Monos (2019) de Alejandro Landes . Parece que sólo la proximidad de la muerte y la desgracia, es capaz de abrir los ojos a estos niños víctimas de la manipulación.