En los capítulos anteriores, hemos visto cómo el arquetipo de la Mujer Fatal se transformaba necesariamente con la implantación del código Hays. Desde que en el caso de La Corte Suprema contra Paramount Picture en 1948, prohibió a los grandes estudios poseer salas de cine, la distribución de la películas se descentralizó y ello permitió la entrada de películas extranjeras, del neorrealismo italiano, el cine sueco de Bergman y las películas de la Nouvelle Vague que mostraban abiertamente los temas prohibidos con gran realismo.
A finales de la década de los años 50, los boicots de la League for Virtue ya no amenazaban económicamente el éxito de las películas en un público cada vez más exigente. En 1966 , se reescribió un código que no llegó a aplicarse, siendo reemplazado en 1968 por un sistema de clasificación de películas por edad. El sistema de clasificación de la Motion Picture Association of America fue creado por Jack Valenti y esta disminución en la censura permitió la liberación de la Mujer Fatal.
La nostalgia de la Mujer Fatal
El género tuvo un nuevo apogeo en el llamado neo-noir de los años 70 y 80, el código Hays había desaparecido, en la calle las mujeres luchaban por la igualdad y por su libertad sexual. La mujer fatal en el cine seguía siendo perversa y manipuladora, pero ya no tenía que sufrir un trágico final.
Algunas de las mujeres fatales de este periodo están situadas en un contexto histórico de los años treinta, películas que exhalan pura nostalgia de aquellos tiempos y se constituyen como un gran homenaje al cine negro. En Chinatown (1974) de Roman Polanski, Faye Dunaway es la misteriosa Evelyn Mulwray, o Jessica Lange en El cartero siempre llama dos veces (1981), adaptación de la obra de James M. Cain que ya se había llevado a la pantalla en 1946 con Lana Turner como protagonista.
En una adaptación libre de la novela de Cain, también los hermanos Coen quisieron realizar su homenaje a la mujer fatal en Sangre fácil (1985) en la que Frances McDormand es Abby, que manipula a su amante para que cometa un asesinato o el homenaje de Curtis Hanson a toda una época en L. A Confidential (1997) con una Kim Basinger transformada en una falsa Verónica Lake
La mujer fatal se transformó en un personaje convincente que dominaba la situación y manejaba los acontecimientos a su antojo. Nos encontramos ante una transición del arquetipo, hacia un nuevo concepto que queda representado por Catherine Trammell, interpretada por Sharon Stone en Instinto básico (1992) dirigida por el holandés Paul Verhoeven o a la seductora Matty Walker, interpretada por Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo (1981) con guión y dirección de Lawrence Kasdan. La mujer fatal ya no es un complemento del personaje masculino, sino que son las auténticas protagonistas de la historia y tienen entidad propia
Una nueva arista de mujer fatal surge en estos años y dota a la protagonista de una gran capacidad de adaptación, cuando su comportamiento manipulador surge como consecuencia de haber sido víctimas de graves injusticias o engaños. Así nos encontramos con Dorothy Vallens, encarnada por Isabella Rossellini en Blue Velvet (1986) dirigida por David Lynch o Rachael, interpretada por Sean Young en Blade Runner 1982) de Ridley Scott
Pero, en cierta medida estos personajes seguían siendo escasos, frente a sus homólogos varones. En ésta etapa surge, un tipo de mujer protagonista, fuertes, que lucha por obtener justicia y no dudan en utilizar cualquier medio para ello, así nos encontramos a uno de los personajes más interesantes de este periodo, Gloria Swenson, interpretado por Gena Rowlands en la película Gloria (1980) dirigida por John Cassavetes y el regreso de la mujer fatal de la era precode en El matrimonio de María Braun (1979) dirigido por Rainer Werner Fassbinder
La mujer fatal como protagonista en el siglo XXI
La mirada sobre la mujer fatal de las guionistas y escritoras, cada vez más numerosas en la industria del cine de este siglo, nos traen un arquetipo reinventado, porque como decía Paul Schrader en su ensayo Notes on film noir:
“el noir se define más en términos de atmósfera y estilo que de géneros. El cine negro, pervivirá a lo largo de las décadas siguientes, pero sólo podrá manifestarse en su plenitud en aquellas épocas de angustia urbana que puedan crear el caldo de cultivo necesario para que germinen violentas e hiperestilizadas historias protagonizadas por desencantados antihéroes y voraces femme fatales”
El relevo de la novela negra como inspiradora de cine noir, ha llegado de los países nórdicos y de autores como los suecos Stieg Larsson, Henning Mankell o Camilla Läckberg o guionistas como los daneses Tobias Lindholm o Jussi Adler-Olsen, cuyas historias policíacas recrean la corrupción de las clases privilegiadas, poniendo de relieve un profundo racismo y una misoginia perturbadora de una sociedad aparentemente perfecta.
Gracias al auge de los canales de TV de pago, donde no es necesaria la publicidad, los creadores se vieron libres de censuras por razones de marketing, ofreciendo series de gran creatividad y calidad temática. Entre los personajes más interesantes encontramos a Sarah Lund en la serie danesa Forbrydelsen (The killing: crónica de un asesinato) (2007-2012) o la coproducción sueca Bron/ Broen (El puente) (2011-2018), con una excelente Sofia Helin, encarnando a una particular policía.
También es muy interesante el personaje de Lisbeth Salander, interpretado por Noomi Rapace en la adaptación de la trilogía sueca de Millenium (2009). Son sin duda mujeres fuertes, que constituyen personajes protagonistas, pero que no pueden considerarse herederas del arquetipo de mujer fatal.
Hollywood ha querido copiar la fórmula nórdica y ha intentado importar nuevos talentos, como el holandés Nicolas Winding Refn para reinventar el género en Drive (2011), con una mujer fatal interpretada por Carey Mulligan, que recordaba demasiado a los personajes de Chandler o Hammet.
También Hollywood ha querido nutrirse del prolífico cine coreano, así el autor de la aclamadísima trilogía de la venganza, Park Chan Woo realizó en suelo americano la película Stoker (2013) en la que Mia Wasikowska, encarna a India Stoker una joven que al cumplir 18 años todo cambia en su vida. India termina tomando las riendas de su particular vida, liberándose de todos aquellos personajes que conocen su gran secreto y que tratan de detenerla.
Tal vez podamos encontrar una resurrección del arquetipo en el best seller de Gillian Flynn, guión que ella se encargó de adaptar para la película de David Fincher en “Perdida” (2014). Una mujer realmente manipuladora, fría y calculadora, interpretada por Rosamund Pike, que jamás permitirá que ningún hombre le marque el camino de su vida, ni la abandone como a un objeto usado, aunque para ello tenga que delinquir.
Sin embargo, creo que la auténtica evolución de la Mujer Fatal se encuentra en dos películas muy diferentes estrenadas en 2019. La primera en el personaje de Dani, interpretado por la actriz británica Florence Pugh en Midsommar (2019) dirigida por Ari Aster. Inicialmente, el personaje femenino y claro protagonista de la historia, muestra una dependencia sentimental, casi enfermiza de su novio Christian, que la convierte en un ser débil e inseguro. A medida que va tomando las riendas de sus sentimientos, es consciente de las debilidades del joven y de su trato despectivo hacia ella. ¿Es la sonrisa final de Dani un signo de emancipación del hombre al que ha amado? Cada cuál tendrá su respuesta, pero la evolución del personaje es la historia misma del film.
Otra película de 2019 donde, en mi opinión, se produce la reinvención del icono de la Mujer Fatal es en Ema dirigida por Pablo Larraín y con ella nos parece que vuelve Lily, la mujer del cine precode de Barbara Stanwick en Carita de ángel (Baby Face, 1933). Ema, interpretada por una extraordinaria Mariana Di Girolamo. Ella es una mujer moderna, independiente y urbana. Una mujer que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, una campeona de la manipulación, en un sistema corrupto, clasista, que juzga a las personas por su pasado y, dónde la sociedad jamás perdonará que lleves una vida discrepante con la norma.
Ema es bailarina y no se doblega ante los preceptos culturales que quiere imponer esa facción privilegiada, dominada por intereses políticos y económicos. Ema baila lo que quiere y le gusta el reggaeton, baila con quien quiere y es con un puñado de amigas y baila dónde quiere y es en la calle. Ema es libre y es la absoluta protagonista de su vida.
Afortunadamente el prolífico cine surcoreano, al que se le suma actualmente el cine chino continental, nos seguirá suministrando de uno de los arquetipos más interesantes, complejos y atractivos de la historia del cine: La mujer Fatal
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