"Au Bonheur des Dames" (El paraíso de las damas) de 1930 dirigido por Julien Duvivier

Es difícil encontrar en película que tenga un comienzo tan actual y vigente como «Au Bonheur des Dames» de 1930 dirigida por el francés Julien Duvivier, que fue uno de los directores más famosos del período conocido como «el realismo poético» en la historia del cine.

“Los grandes almacenes contra el pequeño comercio, constituye un problema de innegable actualidad, que engendra destrucción y ruina y donde el único responsable es quien impone  las reglas del funcionamiento del mundo: el progreso” Au Bonheur des Dames 1930

A pesar de que su nombre ha sido progresivamente olvidado con el paso de los años, Julien Duvivier fue un director que demostró en varias de sus obras una exquisita sensibilidad, talento narrativo y capacidad para crear atmósferas en donde la violencia y la poesía se fundían con gran habilidad. No se puede negar que su figura es imprescindible para una correcta compresión del cine francés y europeo de los años treinta a principios de los cincuenta.

Jean Renoir, dijo de él: » Era un poeta, pero un poeta pesimista que rara vez concedió circunstancias atenuantes a sus personajes. Fue un director de actores, un optimista decepcionado y un creyente que perdió sus ilusiones”

Nacido en Lille en 1896, Julien Duvivier recibió una estricta educación jesuita y tuvo que escaparse de su casa familiar para disfrutar de su pasión por el teatro, un pasatiempo que su familia condenó como «inmoral». Ya en París Duvivier encontró un pequeño trabajo de actor en el Théâtre Odeón, pero descubrió que no podía memorizar el diálogo.

Fue aquí donde Duvivier conoció a André Antoine, un renombrado director teatral que fue el pionero de un estilo de actuación «naturalista» en el teatro antes de convertir su talento en la floreciente industria cinematográfica francesa. Duvivier se unió a las legiones de cineastas franceses inspirados en las historias de Émile Zola sobre los disturbios laborales, la prostitución y el surgimiento de la sociedad de consumo. Consideraban que el cine era un medio natural para los cuentos de Zola, ya que podían rodar en fábricas, minas de carbón y el campo, dando a sus películas autenticidad y realismo. De éste modo Duvivier se convirtió en uno de los directores más relevantes del denominado  “Realismo poético francés”

De 1919 a 1930 realizó 22 películas silentes, una de ellas fue “Au Bonheur des Dames” de 1930 una de las últimas películas silentes rodadas en Francia. Las dificultades económicas y sociales de la Primera Guerra Mundial acabaron con la supremacía de Francia en el mercado cinematográfico internacional. A pesar de ello en 1919 las producciones francesas dominaban las pantallas de todo el mundo. Después de la Primera Guerra Mundial, se produjo una gran fragmentación y descentralización de la producción. Bajo estas circunstancias los cineastas franceses tuvieron unas oportunidades sin precedentes para indagar y asumir riesgos, realizando innumerables experimentos innovadores y creativos en el cine. 

“Au bonheur des dames”, la 21ª película de Duvivier, fue víctima de una mala gestión de distribución. El film fue rodado sin sonido durante el otoño de 1929. En lugar de estrenar la película junto a un gran número de otras tantas películas silentes, que se lanzaron durante el verano de 1930 para despejar el camino e iniciar una temporada de otoño de películas sonoras, los productores de Duvivier demoraron el estreno varios meses y añadió apresuradamente sonido post-postproducción a algunas escenas. Aunque la versión silente vista por la prensa había sido elogiada por la «sinfonía de luz inspirada por el vértigo de las construcciones y las demoliciones», la versión sonora lanzada al público en octubre de 1930 fue duramente criticada por su mala calidad del sonido. La película llegó y salió rápidamente en los cines.

La siguiente película de Duvivier fue la adaptación de una novela de Irène Némirovsky ( escritora judía que murió gaseada en Auschwitz)  de enorme éxito de ventas en 1929: “David Golder”, una historia violenta y trágica de la traición y la amarga decepción de un padre y hombre de negocios, con un impresionante Harry Baur. David Golder (1930), incorporó un sonido totalmente sincronizado y se estrenó con éxito de crítica y de público.

Casi todas sus películas fueron adaptaciones de prestigiosas novelas, tal vez por su formación teatral, pero también por su convicción de que:

«Se necesitan tres cosas para hacer una buena película: en primer lugar una buena historia y una buena historia, y, finalmente, una buena historia». 

El director se hizo más conocido por sus brillantes películas como:  “La belle équipe” (1936), “Pépé le Moko” (1936) y “Un carnet de baile” (1937). Trabajó durante varios años en Hollywood durante la Segunda Guerra Mundial, pero pasó la mayor parte de su vida en su Francia natal. Duvivier continuó haciendo películas hasta 1967, cuando falleció en un accidente automovilístico a los 71 años, poco después de terminar su 70ª película.

En 1934 Duvivier escribió: «Demasiadas personas imaginan que el cine es el arte de los aficionados, que la vocación y la fe son suficientes para dar a luz obras maestras (..). El cine es una profesión, una profesión difícil que uno aprende. Personalmente, cuanto más trabajo, más me doy cuenta de que … no sé prácticamente nada en proporción a las infinitas posibilidades del cine «.

Fue un misántropo que  en sus películas solía situarse en una esquina del rodaje, mirando con  ojos de águila, un técnico que nunca se equivoca acerca del ajuste correcto, un viejo romántico defraudado y el hombre de una sola mujer ( estuvo casado con la misma durante toda su vida), Julien Duvivier sigue siendo un enigma oculto detrás de sesenta películas, con un puñado de obras maestras, y una manera única de ser un verdadero escritor adaptando los escritos de otros. Un día, un periodista le preguntó Ingmar Bergman, de visita en Francia,de qué cineasta francés le hubiera gustado tener su carrera. Sin vacilar, respondió: «Julien Duvivier.»

Gracias a la colocación y los movimientos de la cámara, la decoración cuidada  y luminosa y las secuencias de montaje con un estilo innovador hacen que “Au bonheur des dames” («El paraíso de las damas») parezca una película sorprendentemente moderna. Adaptada a partir de una novela de Émile Zola, la película describe el destino de una tienda de sastrería familiar que es llevada a la ruina cuando unos grandes almacenes se abren al otro lado de la calle. Dita Parlo, una actriz alemana que más tarde apareció en L’Atalante de Jean Vigo (1934) y The Grand Illusion (1937) de Jean Renoir, interpreta a una inocente joven provinciana, Denise Baudu, que llega a París después de la muerte de sus padres en busca de un porvenir.

Cuando Denise acude a la tienda de su tío «El Viejo Elbeuf», el pequeño comercio de aquella zona de París (situado un poco al norte de la Ópera) está en declive por la competencia de unos grandes almacenes, «El Paraíso de las Damas».  Los nuevos grandes almacenes están acarreando la ruina de los antiguos comerciantes, incapaces de adaptarse a los nuevos gustos de la época. Tras diversos avatares Denise entra de dependienta en «El Paraíso de las Damas», con gran disgusto de su familia.

“Los grandes almacenes contra el pequeño comercio, constituye un problema de innegable actualidad, que engendra destrucción y ruina y donde el único responsable es quien impone  las reglas del funcionamiento del mundo: el progreso” Au Bonheur des Dames 1930

Paralelamente a la historia de Denise y de su familia, la película nos narra el ascenso y el triunfo de Octavio Mouret, el propietario egoísta y poderoso de los grandes almacenes y antagonista de la pobre muchacha. Alrededor de Denise  y Octavio se moverán tres grupos muy bien definidos por Duvivier:

Los empleados que trabajan en los grandes almacenes, enfrentados unos a otros para escalar puestos en la organización.  Los propietarios de los pequeños comercios que rodean «El Paraíso de las Damas», que son los absolutos perdedores incapaces de adaptarse al nuevo ritmo de los tiempos. La destrucción de la pequeña tienda del viejo Baudu y su locura y muerte marcan la desaparición de esa clase social de los pequeños comerciantes.

Y, finalmente, el grupo de mujeres de la burguesía con sus amores y vicios secretos, las destinatarias y víctimas de la perversa publicidad de los grandes almacenes que consiguen seducirlas  bajo la engañosa imagen de adorarlas, a través de la exaltación de la belleza y el lujo

“Yo tendré a todas las mujeres de París….y quien tiene a las mujeres, tiene el mundo” Octave Mouret

La película es un ejemplo de la innovación cinematográfica realizada por directores de los años veinte, utilizando conjuntos reales de escenas callejeras y con mucha gente yendo apresuradamente de un lado a otro, tomas de seguimiento, composiciones evocadoras, e incluso algunos trabajos pioneros para crear un mundo completo.

Duvivier representa la demolición de negocios, edificios y familias frente al progreso capitalista. Sin embargo, retrata con esmero la espléndida arquitectura de los grandes almacenes, un «templo» dedicado al placer de las mujeres. Los exquisitos interiores de los grandes almacenes fueron grabados en las Galerías Lafayette, Duvivier construyó un elaborado conjunto de la tienda de sastrería, calle y fachada de los grandes almacenes, para que la cámara pudiera seguir a los personajes fluidamente de una habitación a otra.

Después del clímax donde la ruina de su negocio y la muerte de su hija Geneviève Baudu (interpretada por Nadia Sibirskaïa, que también había interpretado a la “La petite  Lise” de 1930 dirigida por Jean Gremillon), llevan al tío a medidas desesperadas, y tanto en la novela original como el guión nos conducen a un epílogo de crítica capitalista. Sin embargo, en los momentos finales Duvivier nos dice, a través de Denise, que el progreso es inevitable y que:

“Las ruinas y miseria de hoy, mañana serán el pasado”

 Algo distinto del final de la novela de Zola:

 «Y Mouret seguía contemplando, entre aquel centellear, a su femenino público […] Ya empezaba la gente a marcharse, se marchaban medio rendidas, con la misma voluptuosidad satisfecha y la misma vergüenza sorda que proporciona la consumación de un deseo en lo más recóndito de un hotel de mala fama. Y era él quien las había poseído así, quien las tenía a su merced con aquel continuo agolpamiento de mercancías; [..] reinaba sobre todas las mujeres con la brutalidad de un déspota, cuyo capricho llevaba a la ruina a los hogares. Aquella creación suya instauraba una religión nueva; la fe tambaleante iba dejando desiertas, poco a poco, las iglesias, y su bazar las sustituye en las almas, ahora desocupadas»

FICHA TÉCNICA

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«Au Bonheur des Dames» (El paraíso de las damas) de 1930 dirigido por Julien Duvivier

Es difícil encontrar en película que tenga un comienzo tan actual y vigente como «Au Bonheur des Dames» de 1930 dirigida por el francés Julien Duvivier, que fue uno de los directores más famosos del período conocido como «el realismo poético» en la historia del cine.

“Los grandes almacenes contra el pequeño comercio, constituye un problema de innegable actualidad, que engendra destrucción y ruina y donde el único responsable es quien impone  las reglas del funcionamiento del mundo: el progreso” Au Bonheur des Dames 1930

A pesar de que su nombre ha sido progresivamente olvidado con el paso de los años, Julien Duvivier fue un director que demostró en varias de sus obras una exquisita sensibilidad, talento narrativo y capacidad para crear atmósferas en donde la violencia y la poesía se fundían con gran habilidad. No se puede negar que su figura es imprescindible para una correcta compresión del cine francés y europeo de los años treinta a principios de los cincuenta.

Jean Renoir, dijo de él: » Era un poeta, pero un poeta pesimista que rara vez concedió circunstancias atenuantes a sus personajes. Fue un director de actores, un optimista decepcionado y un creyente que perdió sus ilusiones”

Nacido en Lille en 1896, Julien Duvivier recibió una estricta educación jesuita y tuvo que escaparse de su casa familiar para disfrutar de su pasión por el teatro, un pasatiempo que su familia condenó como «inmoral». Ya en París Duvivier encontró un pequeño trabajo de actor en el Théâtre Odeón, pero descubrió que no podía memorizar el diálogo.

Fue aquí donde Duvivier conoció a André Antoine, un renombrado director teatral que fue el pionero de un estilo de actuación «naturalista» en el teatro antes de convertir su talento en la floreciente industria cinematográfica francesa. Duvivier se unió a las legiones de cineastas franceses inspirados en las historias de Émile Zola sobre los disturbios laborales, la prostitución y el surgimiento de la sociedad de consumo. Consideraban que el cine era un medio natural para los cuentos de Zola, ya que podían rodar en fábricas, minas de carbón y el campo, dando a sus películas autenticidad y realismo. De éste modo Duvivier se convirtió en uno de los directores más relevantes del denominado  “Realismo poético francés”

De 1919 a 1930 realizó 22 películas silentes, una de ellas fue “Au Bonheur des Dames” de 1930 una de las últimas películas silentes rodadas en Francia. Las dificultades económicas y sociales de la Primera Guerra Mundial acabaron con la supremacía de Francia en el mercado cinematográfico internacional. A pesar de ello en 1919 las producciones francesas dominaban las pantallas de todo el mundo. Después de la Primera Guerra Mundial, se produjo una gran fragmentación y descentralización de la producción. Bajo estas circunstancias los cineastas franceses tuvieron unas oportunidades sin precedentes para indagar y asumir riesgos, realizando innumerables experimentos innovadores y creativos en el cine. 

“Au bonheur des dames”, la 21ª película de Duvivier, fue víctima de una mala gestión de distribución. El film fue rodado sin sonido durante el otoño de 1929. En lugar de estrenar la película junto a un gran número de otras tantas películas silentes, que se lanzaron durante el verano de 1930 para despejar el camino e iniciar una temporada de otoño de películas sonoras, los productores de Duvivier demoraron el estreno varios meses y añadió apresuradamente sonido post-postproducción a algunas escenas. Aunque la versión silente vista por la prensa había sido elogiada por la «sinfonía de luz inspirada por el vértigo de las construcciones y las demoliciones», la versión sonora lanzada al público en octubre de 1930 fue duramente criticada por su mala calidad del sonido. La película llegó y salió rápidamente en los cines.

La siguiente película de Duvivier fue la adaptación de una novela de Irène Némirovsky ( escritora judía que murió gaseada en Auschwitz)  de enorme éxito de ventas en 1929: “David Golder”, una historia violenta y trágica de la traición y la amarga decepción de un padre y hombre de negocios, con un impresionante Harry Baur. David Golder (1930), incorporó un sonido totalmente sincronizado y se estrenó con éxito de crítica y de público.

Casi todas sus películas fueron adaptaciones de prestigiosas novelas, tal vez por su formación teatral, pero también por su convicción de que:

«Se necesitan tres cosas para hacer una buena película: en primer lugar una buena historia y una buena historia, y, finalmente, una buena historia». 

El director se hizo más conocido por sus brillantes películas como:  “La belle équipe” (1936), “Pépé le Moko” (1936) y “Un carnet de baile” (1937). Trabajó durante varios años en Hollywood durante la Segunda Guerra Mundial, pero pasó la mayor parte de su vida en su Francia natal. Duvivier continuó haciendo películas hasta 1967, cuando falleció en un accidente automovilístico a los 71 años, poco después de terminar su 70ª película.

En 1934 Duvivier escribió: «Demasiadas personas imaginan que el cine es el arte de los aficionados, que la vocación y la fe son suficientes para dar a luz obras maestras (..). El cine es una profesión, una profesión difícil que uno aprende. Personalmente, cuanto más trabajo, más me doy cuenta de que … no sé prácticamente nada en proporción a las infinitas posibilidades del cine «.

Fue un misántropo que  en sus películas solía situarse en una esquina del rodaje, mirando con  ojos de águila, un técnico que nunca se equivoca acerca del ajuste correcto, un viejo romántico defraudado y el hombre de una sola mujer ( estuvo casado con la misma durante toda su vida), Julien Duvivier sigue siendo un enigma oculto detrás de sesenta películas, con un puñado de obras maestras, y una manera única de ser un verdadero escritor adaptando los escritos de otros. Un día, un periodista le preguntó Ingmar Bergman, de visita en Francia,de qué cineasta francés le hubiera gustado tener su carrera. Sin vacilar, respondió: «Julien Duvivier.»

Gracias a la colocación y los movimientos de la cámara, la decoración cuidada  y luminosa y las secuencias de montaje con un estilo innovador hacen que “Au bonheur des dames” («El paraíso de las damas») parezca una película sorprendentemente moderna. Adaptada a partir de una novela de Émile Zola, la película describe el destino de una tienda de sastrería familiar que es llevada a la ruina cuando unos grandes almacenes se abren al otro lado de la calle. Dita Parlo, una actriz alemana que más tarde apareció en L’Atalante de Jean Vigo (1934) y The Grand Illusion (1937) de Jean Renoir, interpreta a una inocente joven provinciana, Denise Baudu, que llega a París después de la muerte de sus padres en busca de un porvenir.

Cuando Denise acude a la tienda de su tío «El Viejo Elbeuf», el pequeño comercio de aquella zona de París (situado un poco al norte de la Ópera) está en declive por la competencia de unos grandes almacenes, «El Paraíso de las Damas».  Los nuevos grandes almacenes están acarreando la ruina de los antiguos comerciantes, incapaces de adaptarse a los nuevos gustos de la época. Tras diversos avatares Denise entra de dependienta en «El Paraíso de las Damas», con gran disgusto de su familia.

“Los grandes almacenes contra el pequeño comercio, constituye un problema de innegable actualidad, que engendra destrucción y ruina y donde el único responsable es quien impone  las reglas del funcionamiento del mundo: el progreso” Au Bonheur des Dames 1930

Paralelamente a la historia de Denise y de su familia, la película nos narra el ascenso y el triunfo de Octavio Mouret, el propietario egoísta y poderoso de los grandes almacenes y antagonista de la pobre muchacha. Alrededor de Denise  y Octavio se moverán tres grupos muy bien definidos por Duvivier:

Los empleados que trabajan en los grandes almacenes, enfrentados unos a otros para escalar puestos en la organización.  Los propietarios de los pequeños comercios que rodean «El Paraíso de las Damas», que son los absolutos perdedores incapaces de adaptarse al nuevo ritmo de los tiempos. La destrucción de la pequeña tienda del viejo Baudu y su locura y muerte marcan la desaparición de esa clase social de los pequeños comerciantes.

Y, finalmente, el grupo de mujeres de la burguesía con sus amores y vicios secretos, las destinatarias y víctimas de la perversa publicidad de los grandes almacenes que consiguen seducirlas  bajo la engañosa imagen de adorarlas, a través de la exaltación de la belleza y el lujo

“Yo tendré a todas las mujeres de París….y quien tiene a las mujeres, tiene el mundo” Octave Mouret

La película es un ejemplo de la innovación cinematográfica realizada por directores de los años veinte, utilizando conjuntos reales de escenas callejeras y con mucha gente yendo apresuradamente de un lado a otro, tomas de seguimiento, composiciones evocadoras, e incluso algunos trabajos pioneros para crear un mundo completo.

Duvivier representa la demolición de negocios, edificios y familias frente al progreso capitalista. Sin embargo, retrata con esmero la espléndida arquitectura de los grandes almacenes, un «templo» dedicado al placer de las mujeres. Los exquisitos interiores de los grandes almacenes fueron grabados en las Galerías Lafayette, Duvivier construyó un elaborado conjunto de la tienda de sastrería, calle y fachada de los grandes almacenes, para que la cámara pudiera seguir a los personajes fluidamente de una habitación a otra.

Después del clímax donde la ruina de su negocio y la muerte de su hija Geneviève Baudu (interpretada por Nadia Sibirskaïa, que también había interpretado a la “La petite  Lise” de 1930 dirigida por Jean Gremillon), llevan al tío a medidas desesperadas, y tanto en la novela original como el guión nos conducen a un epílogo de crítica capitalista. Sin embargo, en los momentos finales Duvivier nos dice, a través de Denise, que el progreso es inevitable y que:

“Las ruinas y miseria de hoy, mañana serán el pasado”

 Algo distinto del final de la novela de Zola:

 «Y Mouret seguía contemplando, entre aquel centellear, a su femenino público […] Ya empezaba la gente a marcharse, se marchaban medio rendidas, con la misma voluptuosidad satisfecha y la misma vergüenza sorda que proporciona la consumación de un deseo en lo más recóndito de un hotel de mala fama. Y era él quien las había poseído así, quien las tenía a su merced con aquel continuo agolpamiento de mercancías; [..] reinaba sobre todas las mujeres con la brutalidad de un déspota, cuyo capricho llevaba a la ruina a los hogares. Aquella creación suya instauraba una religión nueva; la fe tambaleante iba dejando desiertas, poco a poco, las iglesias, y su bazar las sustituye en las almas, ahora desocupadas»

FICHA TÉCNICA

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