Largo viaje hacia la noche, es el segundo largometraje del director chino Bi Gan, cuyo debut en 2016 con Kaili Blues causó muy buena impresión a la crítica cinematográfica, en esta película nos reproduce el área gris que existe entre los sueños y la realidad
Una experiencia alucinante cuyos sinuosos movimientos de cámara te llevan a un largo viaje hacia la memoria y el miedo y una noche llena de sueños, con influencias de Stalker (1979) de Andrei Tarkovsky , un claro referente reconocido por referente declarado por Bi Gan desde su adolescencia, tanto en la configuración de los espacios, como en la de su taciturno personaje protagonista, además del homenaje directo en la imagen de un vaso que se mueve sobre una mesa a causa de la vibración que provoca el paso de un tren.
La elegancia de los movimientos de cámara o el uso de espejos y reflejos para hablarnos de la relación entre los personajes a través de su posición en el encuadre nos traen a la memoria al hongkonés Wong Kar-Wai. El retrato del paisaje cambiante de la China contemporánea, a veces en ruinas, en constante transformación nos podría recordar a su compatriota chino Jia Zhang-ke.
También la estilización de unas imágenes que registran un mundo donde conviven lo real con lo misterioso, lo prosaico con lo poético, la realidad con el sueño que caracterizan el cine de David Lynch o del director tailandés Apichatpong Weerasethakul . Es una película sobre el amor obsesivo, el amor perdido, y esa mediana edad en la que puedes encontrarte de repente, con un anhelo por el pasado y un miedo progresivo por el futuro.
Cada vez que la veía, sabía que estaba soñando otra vez. Esta enigmática frase, pronunciada por Luo Hongwu (Huang Jue), funciona como el marco de una narración en primera persona, siempre subjetivo, que se mueve entre esa difusa frontera que separa la realidad del sueño y la memoria. Igualmente enigmáticas son las imágenes que abren el film, acompañadas por la voz en off del protagonista. Una secuencia que anticipa, desde el principio, el tono onírico y poético del film además de su estructura narrativa que divide el relato en dos mitades.
En la primera mitad Luo Hongwu es un ex gerente de casino, que después de 20 años y debido al fallecimiento de su padre, regresa a Kaili, la ciudad natal del director y escenario de su anterior film. En el restaurante familiar, dirigido por su madrastra ahora viuda, Luo encuentra un reloj eléctrico parado (una de las muchas imágenes que indican la traición y la no manejabilidad del tiempo) y después de quitar la parte posterior para cambiar la batería, encuentra una foto antigua, aparentemente de una mujer de la que estuvo apasionadamente enamorado en el pasado .
Ella es Wan Qiwen, bellísima la actriz Tang Wei, amante de un mafioso local y Zuo Hongyuan (Chen Yongzhong) que asesinó a un amigo de Luo, conocido sólo por su apodo Wildcat (Lee Hong-chi), cuya madre (Sylvia Chang) dirigió un salón de peluquería local donde el mismo Luo trabajó una vez. Entonces Zuo simplemente desapareció.
Para Luo la ciudad es el espacio del recuerdo de su historia de amor con Wan Qiwen (Tang Wei), amante de un mafioso local. Luo y esta hermosa joven, recordada en retrospectiva con un distintivo vestido verde, tenían una relación oculta, mientras temía que volviese a aparecer ese peligroso ex amante. Y entonces Qiwen misma desapareció y Luo se alejó. La narración se va desdoblando en dos tiempos, el recuerdo de su relación amorosa y el presente, en presente en el que inicia la búsqueda de su amante, con un aire de relato clásico de cine negro
«Podría no haber regresado nunca a Kaili si mi padre no hubiera muerto», dice Luo en voz alta al principio de la película. La voz en off del protagonista, su obsesión con esa misteriosa mujer, la confusión entre sueño y realidad, la subjetividad con que falseamos los recuerdos nos muestra a un ser perdido, deambulando por el espacio y el tiempo en busca de un ideal huidizo e inalcanzable
Su regreso a Kaili ha desencadenado en Luo una necesidad obsesiva de encontrarla de nuevo y de buscar pistas en su memoria. Justo cuando nos hemos aclimatado a esta atmósfera notable y enigmática, Bi Gan aumenta la apuesta a mitad del metraje al llevar a su protagonista a un desvencijado cine, donde se coloca unas gafas 3D, recuesta la cabeza sobre una columna mientras la imagen funde a negro y aparece el título de la película. Luo dice:
«La diferencia entre películas y memoria es que las películas son siempre falsas … pero los recuerdos se desvanecen ante nuestros ojos».
Después, el director nos lleva por ese fascinante viaje onírico hacia la noche en el que Luo se reencontrará con los personajes y espacios de su recuerdo, donde lo simbólico habrá de ser descifrado y donde el encuentro amoroso se convertirá en algo al mismo tiempo eterno y efímero como confirma el magnífico final. Un plano secuencia completo de fantasía-sueño en 3D de una hora de duración en una única toma, en la que Qiwen reaparecerá como una nueva persona: la sensual y melancólica cantante de karaoke Kaizhen.
Largo viaje hacia la noche, es una película de cine negro, con paisajes urbanos cambiantes, salones y edificios destrozados, pero no por pasados tiempos de guerra, sino que se trata de edificaciones que se están derribando, tal vez para crear algo nuevo, de acuerdo con la vertiginosa prosperidad china.
Bi Gan consolida algunos de los elementos formales y temáticos, que ya había mostrado en su anterior trabajo. Otro relato sobre un personaje masculino que, tras una larga ausencia, también trataba de reconstruir el pasado. El director chino, con tan solo dos películas y veintinueve años, parece haber alcanzado una madurez y una voz personal muy poco frecuente en directores tan jóvenes.