Hasta siempre, hijo mío (2019) de Wang Xiaoshuai : El sacrifico de una generación

El director Wang Xiaoshuai, autor de La bicicleta de Pekín (2001) que ganó el gran premio del Jurado de Festival de Berlín, Sueños de Shanghai (2005) premio del Jurado en el Festival de Cannes o la magnífica In love we Trust (2007) no estrenada en España y por la que ganó el Oso de Plata al mejor Guión en el Festival de Berlín, examina el daño duradero causado por la política del hijo único de China y la Revolución Cultural en su último film Hasta siempre, hijo mío (2019) 

Hasta siempre, hijo mío es una película transita por varios de los movimientos políticos que han sacudido China en la segunda mitad del siglo XX . Empezando por la Revolución Industrial promovida por Mao, la muerte del propio Mao Tse-tung en 1976, el proceso a la llamada Banda de los Cuatro (la viuda de Mao, Jiang Qing, más Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen), la cual liquidó las estructuras de poder maoístas dentro del Partido Comunista Chino.

El posterior liderazgo de Deng Xiaoping y la implantación de su programa de las Cuatro Modernizaciones, que se referían a la economía, la agricultura, al desarrollo científico y tecnológico y a la defensa), la brutal represión de las protestas de la plaza de Tiananmen en 1989, 

A ello, hay que añadir la reconducción del proceso de reformas ante el temor derivado del colapso de la Unión Soviética tras la implantación de la perestroika por Gorbachov, la anexión de Hong Kong en 1997 y la de Macao en 1999 y, finalmente, la conversión del país en segunda gran potencia mundial junto a Estados Unidos. 

De éste modo China ha adoptando el sistema actual, en el que coexisten el Partido Comunista como fuerza política única y censora y un capitalismo implacable que carece de las redes de protección social más básicas que son habituales en cualquier país de corte occidental. Todos estos cambios aparecen en Hasta siempre, hijo mío, pero solo se muestran entre líneas, como decorado de la narración, en la penumbra de un argumento que sí tiene como elemento protagonista una de las medidas más conocidas del gobierno chino en materia de control de la natalidad, que fue la política de hijo único.

La historia comienza con una historia familiar en la que Liu Yaojun (Wang Jingchun) un ex maestro, y su esposa Liyun Wang (Yong Mei) trabajaban en una antigua fábrica opresiva en una ciudad del norte y viven en una de las viviendas de la fábrica y tienen un hijo el pequeño Xingxing. En el mismo edificio han hecho buenos amigos, que incluyen a los padres de Haohao, el mejor amigo de Xingxing.

Cuando salen de la escuela acuden a un embalse, Haohao quiere ir a nadar mientras que Xingxing con una mochila de Mickey Mouse, dice que preferiría quedarse en la costa, que no sabe nadar. La cámara sigue al niño asertivo corriendo hacia la distancia, mientras el otro se queda en primer plano, mirando melancólicamente al frente. La forma en que se enmarca esta escena es una señal de lo que está por venir; una película que mira simultáneamente hacia adelante y hacia atrás, sondeando sutilmente el lado oscuro del notable progreso de China.

Las escenas que vienen a continuación están llegas de un gran simbolismo, el muchacho tímido Xingxing se ahoga en un embalse, una construcción realizada por la mano humana hombre y su padre Liu Yaojun (Jingchun Wang) y su madre Wang Liyun (Yong Mei) corren gritando hacia la orilla para encontrar su pequeño cuerpo sin vida. Cuando Yaojun se apresura al hospital con el pequeño Xingxing envuelto en sus brazos, un tren pasa volando, pronosticando tanto la velocidad del tiempo como la rápida industrialización de China. 

En uno de los numerosos flashbacks de la película, el director nos muestra el incidente clave en este período es que Liyun queda embarazada de su segundo hijo. Su supervisor en la fábrica primero regaña a la pareja, luego anuncia que una ambulancia está en camino para llevarla al hospital. Yaojun es impotente para evitar que la obliguen a abortar. Casi muere y deja el hospital sabiendo que nunca volverá a concebir. Para su disgusto, son nombrados La pareja del año en la fábrica por dar el ejemplo de una familia de un solo hijo.

El matrimonio roto de dolor y ante la imposibilidad de tener otro hijo por el forzado aborto, abandonan la fábrica y se trasladan a un pueblo costero lejano sin ninguna conexión con el pasado. Los lugareños hablan en un dialecto completamente diferente, dando la sensación de estar en otro país. Adoptan un nuevo hijo, Liu Xing (Wang Yuan), que se rebela ante unos padres a los que no ama, odia sus acentos extranjeros y desea encontrar su verdadero origen. 

Cuando huye de casa, el joven Liu Xing debe enfrentarse una vez más lo que significa no tener padres, desenterrando lentamente secretos profundamente arraigados atados a las duras políticas del estado. El resultado final es nada menos que un diagnóstico sobre el nacimiento de una nación moderna.

Uno de los graves efectos colaterales de la política de hijo único, es el déficit de niñas, ya que los padres preferían tener varones, así aparecen reiterados casos de niñas que no llegan a nacer o de padres desconocidos o de niños dados en adopción. Porque hay toda una serie de elementos relevantes y significativos que van hilvanando la historia como pespuntes que ponen de manifiesto la sombría corriente de fondo en la que los personajes se ven arrastrados. 

El magistral trabajo de edición de Lee Chatametikool ayuda a Wang a reunir hábilmente todos los hilos privados y sociopolíticos en una historia accesible. Como padre, Wang Jingchun es sólido como una roca, lo que hace que sus arrebatos emocionales sean aún más impactantes. Sus penas pueden haberlo llevado a convertirse en un hombre que bebe mucho, pero sigue siendo moralmente recto y protector de su esposa aparentemente más frágil. 

La madre Yong Mei, es una mujer reflexiva de pocas palabras, profundamente herida pero, como su esposo, lo suficientemente fuerte como para aceptar lo que la vida reparte. Ambos se alzaron en el Festival de Berlín de 2019 con el Oso de Plata a Mejor Actriz y Actor respectivamente.

Aunque  la película hace preguntas difíciles sobre el legado comunista del país, preguntándose para qué fue la Gran Revolución, si estos ideales ya no permanecen o por qué tuvo que sufrir tanto una generación, para que la siguiente pudiese prosperar. Usando su generoso tiempo de ejecución para acumular lentamente detalles de represión y censura, es una dura crítica tanto de la China pasada como la presente, lo que deja a personas como Yaojun y Liyun en el olvido.

Sin embargo, el director parece decirnos, que el tiempo cura todas las heridas, las escenas finales de la película hacen una profunda reverencia al espíritu humano y que toda aquella generación sacrificada por «un bien común» puede recuperar su fe en la vida. Creo que el final, parece más una concesión al sello que encabeza la película: China Film Administration, la potencia económica con menos libertades del mundo

FICHA TÉCNICA

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