Un lugar en la cumbre (1959) de Jack Clayton: Una historia de lujuria y ambición

Un lugar en la cumbre (Room at the Top, 1959),  según la crítica es el máximo exponente de éste movimiento y una de las películas más devastadoras emocionalmente jamás creadas en el Reino Unido. The Angry Young Man fueron unos jóvenes cineastas que, desde comienzos de los años 50, buscaron cinematográficamente sus raíces en la mejor tradición del cine británico, el documental de Humphrey Jennings y se inspiraron en el neorrealismo italiano y el realismo poético francés.

Considerada como una película que realmente cambió el cine británico para siempre, no fue dirigido por ninguno de los habituales Angry Young Men como Tony Richardson, Karel Reisz, Lindsay Anderson o John Schlesinger. El director, Jack Clayton, no era un producto de Oxbridge, sino un veterano de la industria con más de 20 años de experiencia, a pesar de tener solo 37 años en ese momento, y cuyo trabajo anterior había sido el cortometraje The Bespoke Overcoat de 1955 por el que recibió un Oscar y mejor corto en el Festival de cine de Venecia.

Lindsay  Anderson sostenía  que las películas contemporáneas británicas eran «snob, tontorronas e inhibidas emocionalmente» y que Free Cinema sería «vital y refrescante» ya que en años anteriores, había sido en Ealing Studios donde los cinéfilos habían buscado una representación de la vida inglesa reconocible, pero en 1958 era simplemente una unidad de producción fallida en Borehamwood. El duopolio de los estudios  Rank y ABC desplegaron sus respectivas máquinas publicitarias para transmitir una imagen de tweediness de la clase media alta para sus principales estrellas contratadas, incluso Dirk Bogarde quedó absorbido por dicha mediocridad.

A pesar de que en 1958 se iniciaron dos franquicias cinematográficas británicas muy lucrativas, la serie Drácula de Hammer y la serie de comedia Carry On de los estudios Pinewood, que demostraron que todavía había una demanda interna de películas británicas, los ingresos de taquilla de las películas producidas por dichos estudios cayeron en picado. Lo que se necesitaba era una nueva forma de drama.

En cuanto a la financiación de la película, Romulus Films estaba más interesado en estrenos comerciales que en las obras del Royal Court Theatre o el movimiento Free Cinema, pero había adquirido los derechos de Room at the Top, la novela más vendida de John Braine de 1957. 

John Trevelyan, un ex maestro de escuela que fue nombrado secretario de la Junta Británica de Censores de Cine en julio de 1958. Creía que en una sociedad que cambiaba rápidamente, las películas también tendrían que cambiar y que el certificado X merecía más que estar asociado con «horror» aplicaría éste certificado también a películas sobre psicópatas o películas con “teddy boys «. Lo que en la década de los cincuenta se llamaba a jóvenes de una subcultura caracterizada por un estilo de vestimenta basado en la moda eduardiana, peinado con tupé y un gusto por la música rock and roll y decidió que la película Room on the Top fuese clasificada como X

Los Estudios Rank tenía una prohibición general de realizar películas «no familiares» y fue su rival ABC quien se arriesgó con la película.  Un lugar en la cumbre llegaría a aquellos espectadores que nunca habían oído hablar de Free Cinema y también, para quienes lo consideraban un fenómeno exclusivo de Londres.

Igualmente controvertida fue la decisión de que el protagonista fuese el habitual de Romulus, que era Laurence Harvey, un actor de 29 años que había sido una «estrella» durante varios años, aunque era más famoso por sus desesperados intentos de publicidad, que su popularidad en taquilla. Antes de Un lugar en la cumbre, la mejor actuación de Harvey fue como un psicópata de clase alta en el thriller Los buenos mueren jóvenes (The Good Die Young, 1954)  dirigida por Lewis Gilbert. Aún así, es difícil que no gustase el tipo de actor que, cuando fue invitado a una fiesta de disfraces de «ven cómo tu persona favorita», llegó como él mismo.

Sin embargo, Jack Clayton creía en el talento interpretativo que yacía debajo Harvey y porque era de origen lituano que había crecido en Sudáfrica. Clayton consideró que con semejante experiencia, Harvey era el único actor que podía interpretar a Joe Lampton, un ex prisionero de guerra de ambición ilimitada. Nadie mejor para él para representar a un joven encantador, despiadado pero vulnerable en un hermético y clasista entorno inglés. 

El hecho mismo de que un personaje principal declarara que estaba contento de haber sido capturado, ya que le dio tiempo para estudiar para sus exámenes de contabilidad, era prácticamente inaudito en una película británica de la época. Pero no son tanto las raíces de la clase trabajadora de Lampton lo que lo enfurecen, sino el techo de cristal que encuentra en su búsqueda del éxito. El anti héroe británico perteneciente a la clase trabajadora se enfrenta además a las burlas de la casta de oficiales, en su batalla por la superación personal.

La narrativa se esfuerza constantemente en enfatizar tanto el orgullo de Lampton en su posición como empleado del Ayuntamiento y cómo incluso este logro ganado con tanto esfuerzo simplemente sirve para exacerbar su frustración por ser impotente para escapar de su destino de clase trabajadora. Pero Lampton se considera destinado a un destino más lucrativo e inicia una aventura con la hija del magnate industrial local. En principio parte con afecto genuino y en parte por deseo sexual, como muestra la película de forma explícita.  

Tras la atractiva apariencia de Lampton, el director quiso destacar su profunda debilidad y a pesar de todo su glamour y seguridad superficial, Lampton es esencialmente un adolescente; su desesperado deseo de reclamar lo que él cree que son sus derechos se produce a expensas de cualquier felicidad futura. Comienza una relación con la esposa francesa de un prestigioso abogado de la ciudad, Alice Aisgill, de la que poco a poco se va enamorando. La manera sutil en que Lampton va cayendo bajo la poderosa la influencia de Alice, una atractiva y experimentada Simone Signoret y sus esfuerzos en traerle felicidad se contrasta con su cobardía vital.

Una de las razones por las que Un lugar en la cumbre fue tan influyente, es porque ofrece un papel decente para la actriz principal y cuando Signoret ganó merecidamente el Oscar a la mejor actriz en 1959, mostró el cine británico convencional por primera vez en casi una década. En términos de la industria cinematográfica nacional, encabezó la idea de que el cine británico podría explorar con éxito el paisaje, tanto geográfico como emocional, de una manera adulta, contemporánea y conmovedora tanto para los críticos como para los cinéfilos. 

El éxito de la película condujo a nuevas adaptaciones cinematográficas de novelas y obras de teatro contemporáneas. Las mejores de ellas y que fueron más representativas del denominado Free Cinema fueron: “Sábado noche, domingo mañana” de 1960 dirigido por Karel Reisz, Un sabor a Miel de 1961,  dirigida por Tony Richardson, Esa clase de amor de 1962 y Billy, el embustero (1963) ambas dirigidas por John Schlesinger y El ingenuo salvaje de 1963 dirigida por Lindsay Anderson

También fue un gran acierto de ésta película la dirección de fotografía, que sigue siendo una de las mejores en la larga carrera de Freddie Francis, capturando sin esfuerzo un Bradford que pronto se desvanecería a manos de los especuladores de la posguerra. El camarógrafo utilizó el paisajes urbanos reales,no sólo como escenario, sino como elementos esenciales para la narración, una tradición que continuó con películas como Asesino Implacable (1971) dirigida por Mike Hodges 

Dos años más tarde Romulus realizó una segunda parte de la película, pero Jack Clayton, no la dirigió ya que no quería asociarse únicamente con un género cinematográfico. Después de Un lugar en la cumbre, sus siguientes películas fueron la fantasía gótica Suspense (The Innocents, 1961) y Siempre estoy sola (The Pumpkin Eater 1964). Ambos confirmaron la reputación de Clayton como uno de los grandes directores de Gran Bretaña.

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